La escena gastronómica de Buenos Aires nunca deja de evolucionar, y entre sus espacios más interesantes destaca Oli. En el corazón de Palermo Hollywood Olivia Saal, con una propuesta honesta, arraigada en sabores reconocibles, ha logrado construir con naturalidad un espacio que equilibra la sencillez con la sofisticación, y lo local con lo global.Cuando Oli abrió sus puertas en 2021, su enfoque estaba más orientado a la pastelería y los desayunos. Con el tiempo, la cocina fue evolucionando junto a la demanda de sus clientes. Y así, fue ampliando su oferta hasta consolidarse como un bistró de día con una completa carta de desayunos, almuerzos, y meriendas.
Un espacio que crece con su cocina
La esencia del lugar se mantiene fiel a su origen: cocina de producto, reconfortante, sin artificios ni etiquetas rígidas. Olivia lo explica con claridad: "No me gusta definir mi cocina porque me gusta experimentar y cambiar. Siempre estoy probando nuevas formas de expresar platos y de comer. Pero si hay algo que la atraviesa, es la transparencia: saber exactamente qué estás comiendo". Para ella, lo importante es la honestidad, y esa filosofía se traduce en una carta que equilibra tradición y creatividad, con recetas que respetan la memoria gustativa del comensal, pero con un giro propio: “La comida que más me gusta cocinar y para mi restaurante, es la que más me gusta comer. Siempre parto de platos clásicos, de esos que cuando escuchás el nombre ya sabés de qué se trata. Y me gusta darles mi impronta, pero sin que pierdan su esencia".
Tradición y creatividad en cada plato
La cocina de Oli tiene un rasgo inconfundible: los platos pueden parecer simples a primera vista, pero detrás de cada uno hay atención por la materia prima, cierta complejidad en la elaboración, precisión en la técnica, y equilibrio en los sabores. La hamburguesa, con su pan cremoso y tostado, su carne intensa, el contraste entre la acidez de los pepinillos y lo crocante de la panceta, es un ejemplo perfecto de esa búsqueda. O el Club Sándwich, un clásico que parecía haberse perdido en la ciudad y que aquí recupera su lugar con una combinación impecable de pan lactal, queso gruyere, panceta ahumada, alioli con ajo ahumado, lechuga, huevo a la plancha y láminas de pollo asado.
Oli es un ejemplo de cómo lo local y lo global pueden dialogar en cada plato. La base es argentina, los ingredientes son locales, con sabores familiares y reconfortantes, pero enriquecida por influencias del mundo. Todo está pensado para el día a día, para que comer bien no sea una excepción, sino una costumbre. Los ñoquis soufflé, que reinterpretan un clásico italiano con una textura más ligera, y la shakshuka, con su combinación de especias, tomate, huevos y queso feta que remite a los desayunos del Medio Oriente, reflejan el estilo ecléctico y la amplitud de referencias de Olivia Saal.

También en la panadería y pastelería se percibe esta fusión: los laminados, un emblema de la tradición francesa, conviven con medialunas bien argentinas. Aquí, la cocina de siempre se reinventa, sin perder su esencia accesible y cotidiana.
El compromiso con la calidad también se extiende a la carta de bebidas. Además de una cuidada variedad de vinos y cócteles, en Oli sugieren maridar las comidas con un Bloody Mary, disponible en versión clásica o sin alcohol, como una opción que potencia los sabores sin caer en combinaciones convencionales.
El corazón de Oli: su panadería y pastelería
Desde sus inicios, Oli ha destacado por su excelencia en panadería y pastelería. Las masas laminadas, convertidas en su sello distintivo, han conquistado a los clientes. Las medialunas, en particular, son el producto estrella, y se venden mucho más que los croissants (las primeras son más dulces, suaves y esponjosas, en cambio los croissants son más salados y crujientes). Durante la pandemia de 2020, Olivia Saal profundizó su trabajo en la pastelería, perfeccionando técnicas que la llevaron a ganar notoriedad en redes sociales. Hoy, esa dedicación se ve en cada pieza horneada, donde la precisión artesanal y la selección de los ingredientes marcan la diferencia.
El pan también es un protagonista absoluto: cada tipo está diseñado para un uso específico, desde el pan brioche para la French Toast hasta el pan de centeno con semillas, que acompaña la tostada con palta, y cuya receta viene de la mano de una amiga danesa de Olivia. Todo se elabora en el restaurante y se hornea en el día, sin margarinas ni conservantes, con ingredientes cuidadosamente seleccionados y procesos artesanales.
Para Olivia, la pastelería y la cocina salada no son disciplinas separadas, sino partes de un mismo universo gastronómico. "A veces me siento más pastelera, a veces más cocinera. Pero siempre lo sentí como un 50-50. Son dos mundos distintos, pero complementarios."
El ambiente: calidez y transparencia
El diseño del lugar responde a la filosofía de su cocina: sin estridencias, acogedor y funcional. La cocina a la vista, separada por una mampara vidriada, es una declaración de principios: no hay nada que ocultar. Cada olla, bolsa de harina y bandeja de producción están a la vista, reflejando la franqueza del lugar.
El salón combina madera y ladrillo blanco, con una iluminación cálida y detalles cuidados, como las estanterías con limones, plantas y conservas caseras. Afuera, un deck sobre la vereda permite disfrutar del aire libre, mientras que en el interior hay mesas grupales y otras más reducidas. El servicio es cercano, con un equipo que conoce la carta al detalle y sabe recomendar con precisión.
Oli también es un espacio pensado para distintos tipos de comensales: cuenta con opciones vegetarianas y bajas en gluten, aunque advierten que no pueden garantizar la ausencia total de gluten, y por eso, lo informan con claridad a los clientes. Además, las mesas comunales permiten que el público trabaje con sus computadoras en un ambiente relajado, mientras que los niños tienen entretenimientos en sus mesas para hacer de la experiencia algo más amable para las familias.
Oli en la escena gastronómica porteña
Oli es un restaurante que se ha hecho un lugar en la rutina de muchos porteños. No es un espacio de fine dining, pero sí un lugar donde la calidad y el cuidado por el producto se toman muy en serio. Su propuesta es accesible sin ser básica, y su éxito radica en la consistencia y la honestidad de su cocina.
A pesar de su juventud, Olivia Saal es una chef con una trayectoria consolidada. Formada en Londres, con una mirada artística que atraviesa desde la fotografía hasta el diseño de vestuario, ha logrado convertir a Oli en una extensión de su propia identidad.
Para quienes buscan un lugar donde comer bien todos los días, sin pretensiones pero con avidez de sabor y buena atención, Oli demuestra que la comida diaria también puede ser memorable. Es un reflejo de su creadora: una cocina que, como ella, es auténtica, sin artificios y con una personalidad que desafía lo convencional. Oli no sigue tendencias, las crea a su manera, con la convicción de quien sabe que cocinar bien es, ante todo, un acto de identidad.
Oli
Costa Rica 6020, Palermo, Buenos Aires, Argentina